La sima de Gaztelu
Se trataba de la familia Sagardía Goñi, de la que el padre, Pedro Antonio Sagardía, y su hijo mayor, José Martín, se encontraban en el frente alistados, como muchos otros, de manera forzosa. En el pueblo quedó la esposa y madre, Juana Josefa Goñi, con los siete hijos restantes, de entre 16 y un año y cuatro meses la niña pequeña.
Y ahora copia del portal parquedelamemoria.org que a su vez se basa en las páginas 395 y 396 de Navarra de esperanza al terror:
«Se desconocen los motivos por los que el padre de 46 años y el hijo mayor de 17 fueron al frente, pero hay testimonios de que fueron obligados. Se quedaron en casa la madre de 38 años con los otros siete hijos entre 16 y el año y cuatro meses de la benjamina. Al principio los vecinos ayudaron a la familia, pero en la medida en que la guerra hacía aumentar las necesidades, se les acusaba de realizar pequeños hurtos de los huertos. Fueron denunciados en el puesto de la Guardia Civil de Santesteban (sargento Zubizarreta Gastesi), pero allí se les dio a entender que lo solucionaran a su manera. Al día siguiente unos vecinos hicieron trasladarse a la madre con los niños a una chabola, donde desaparecieron sin dejar rastro. Al parecer fueron arrojados a una sima profunda. La chabola donde estuvieron fue quemada.
El general Sagardía, emparentado con la familia inició una investigación. Los bomberos no pudieron llegar al fondo de la sima y el rastreo de los soldados tampoco encontraron rastros. Fueron detenidos unos vecinos que fueron puestos en libertad provisional. Posteriormente el general Sagardía, aconsejado por sus superiores, interrumpió las investigaciones y el episodio fue olvidado convirtiéndose en tabú.
El padre regresó de la guerra y falleció poco después.»
El padre regresó de la guerra y falleció poco después.»
Durante mucho tiempo se dijo que el hijo mayor se había ido a vivir a Baja Navarra, en Ultrapuertos, hasta que alguien descubrió que en realidad había vivido inadvertido en un barrio de Pamplona hasta su muerte. ¿Qué habría pasado por la cabeza de este hombre desde 1939 a por lo menos los primeros años del siglo XXI? Son más de sesenta años de silencio y de vivir con una historia atroz a cuestas. ¿Se habría confiado a alguien? ¿A quién? ¿Cómo se puede vivir con esta historia encima, sabiendo lo que ha pasado? ¿En qué creería aquel hombre? ¿En la justicia, en la venganza, en Dios, en nada?
¿No era el abogado defensor de los detenidos alcalde del valle de Baztan y nacionalista? Pues en ese caso, su situación no debió de ser fácil. ¿Y los detenidos y encarcelados en un momento en que era mejor no pisar la cárcel de Pamplona bajo ningún concepto? ¿Y el general Sagardía, cómo se llegó a saber su actuación en una historia tan elemental que es es más flagrante relato de una ocultación?
Lo que más me llama la atención es el tabú que dura hasta ahora, el silencio, la evidenteomertà que rodea ese y otros asuntos de la vida negra del mundo en el que vivo, más proclive al silencio y a la ocultación de lo que no conviene que se sepa, que a airear miserias y atropellos. Por cierto, que Carmen Baroja, en sus memorias, se hizo eco de ese crimen, aunque no lo situara con precisión, y es raro porque el general Sagardía fue contertulio de la familia. El crimen era algo que en la comarca del Bidasoa se sabía, que se sabe, aunque nada se diga ni se haya dicho ni se vaya a decir. Hace años vi con qué obstinación cerraba la boca una persona anciana que sí parecía saber y no quería no ya decir, sino pensar siquiera que algo sabía.
Hace unos días la sima volvió a ser noticia cuando un grupo de espeleólogos bajó a la sima y encontró los restos de otra persona desaparecida en extrañas circunstancias hace unos años. La noticia decía que los espeleólogos habían bajado en busca de restos de fusilados, no de la familia Sagardía Goñi.
El caso de los restos hallados hace unas semanas se encuentra bajo secreto del sumario, pero en el valle donde vivo pocos serán los que no estén convencidos de que nada se va a saber, al margen de que ya sea un asunto de los que no conviene hablar, de esos de los que cuanto menos se hable, mejor. Uno más, uno de tantos.
* * *
Hablar, no hablar, escribir, no hacerlo, por qué; sobre todo esto, por qué, con qué objeto. ¿Poner al descubierto hechos injustos, atropellos, delitos cuando la justicia positiva se hace imposible? ¿Verdad o espectáculo? ¿Drama humano o novela negra? Pero sobre todo desmemoria, virtudes públicas y vicios privados. Por ejemplo, nadie quiere acordarse de verdad, sin novelerías, de lo que pasó con los portugueses a los que se cobraba por pasar a Francia y eran abandonados en territorio español, vendidos y expoliados, por ejemplo. ¿Y los judíos? ¿Todo fue labor humanitaria, altruismo? Porque hasta los que pasaban aviadores aliados caídos en misión de combate, cobraban (he visto los recibos). Y hay más, y se sabe, y no se nombra. Esto no es una novela de Leonardo Sciascia, esto sucede en el mundo en el que vivo y del que he escrito en ocasiones: El corazón de la niebla (2001), novela en la que aparecen personajes no muy diferentes a los que aquí se alude, y Zarabanda (2012).
Fuente : http://vivirdebuenagana.wordpress.com/2015/01/03/la-sima-de-gaztelu/
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