La caza en Ujué: Aporte proteico en tiempos de necesidad.
Relato de Mikel Burgui en su blog.
De todos es sabido que hace milenios el hombre primitivo fue recolector y cazador antes de ser ganadero y agricultor.
A pesar de que aquella época queda tan remota, veremos que en esta Europa nuestra, seguimos siendo recolectores... y que se ha sido cazador con el objeto de alimentarse hasta hace bien poco.
Somos recolectores de frutos y plantas silvestres.
¿Quién no ha recogido frutos silvestres del campo? Bellotas, arañones para el pacharán, moras, pomas, madroños.
¿Quién no conoce a alguien que sale al campo a recoger hongos, setas, espárragos y ajos silvestres y otras plantas comestibles?
Hasta hace cincuenta o sesenta años, la pesca y la caza no eran deporte, sino una actividad necesaria para la alimentación.
En Ujué se iba al río Aragón y se echaba el trasmallo para coger algún barbo o alguna madrilla.... se echaban los reteles para coger cangrejos.... se cogían caracoles... se iba a las balsas a cazar ranas... actividades que no se hacían por deporte, sino para completar un poco nuestra alimentación.
Todo lo que corre y vuela... ¡a la cazuela!
Ese era el dicho popular. Conocemos a paisanos nuestros que cuentan haber comido picarazas, aguiluchos, ancas de zorro y.... hasta culebras..... Todo valía para llenar el buche.
En Ujué se cazaba por necesidad.
Nadie de Ujué os dirá que ha pasado hambre. Pero os dirán que necesidad, sí que se ha pasado necesidad.
Y os dirán que se recurría a la caza para llevar a la mesa algo de comer, aliviando así esa necesidad.
Cuando todavía éramos pequeños cazaba todo el mundo, con escopeta o sin escopeta, cuando se abría la veda y cuando no. Muchas familias necesitaban la caza para subsistir.
Yo soy uno de los pocos de Ujué que no tiene afición a la caza. Pero tengo que confesar que por parte materna mis tíos fueron cazadores de escopeta.
Mis parientes por la parte paterna no eran de escopeta pero, al igual que los otros, también utilizaban cepos, capazas y otros ingenios para poder traer algún ave, algún que otro conejo, únicos aportes cárnicos durante muchos días del año.
Cuando éramos unos mueticos no había jabalíes en Uxue. Si avistaban alguno era un acontecimiento excepcional.
Así que, cuando oíamos hablar de caza ya sabíamos a qué se referían: Estaban hablando de conejos, liebres, perdices, palomas, tordos y charras.
LA CAZA FURTIVA
Antes de volver al corral o al pueblo, la gente del campo paraba cepos o capazas para ver si por la noche caía atrapado algún conejo, algún ave.
Utilizar la escopeta en tiempo de veda era peligroso: El estampido del disparo se podía oír de lejos… y los guardas del ayuntamiento y la Guardia Civil siempre estaban avizores. Era más seguro y silencioso poner trampas.
Los bichos (hurones)
Un método muy utilizado para cazar conejos era el del empleo de hurones a los que en Ujué llamaban bichos.
La caza consistía en introducir el hurón en los cados para hacer salir al conejo que quedaba atrapado en las redes que se ponían en las bocas de la madriguera.
Todavía recuerdo a mi tío José, cazador empedernido, y al hurón que tenía en casa metido en un cajón.
Le daba de comer huevo, leche y los higadillos y entrañas de los conejos que cazaba.
Estos animalicos ya se utilizaban en Egipto 3500 años antes de Cristo para cazar ratas y ratones y que por entonces también comenzaron a utilizarlos en la cacería de conejos.
En mis años de muetico corría por Ujué una especie de leyenda urbana según la cual había que procurar que los hurones no anduviesen sueltos por casa ya que, según decían, podían subirse a las cunas de los niños recién nacidos y comerles los ojos.
Todos sabían que estaba prohibida la posesión de hurones, pero en muchos corrales los criaban clandestinamente con buen cuidado de tenerlos en jaulas y de que no proliferasen en libertad para no exterminar la caza. Siempre con buen cuidado de ocultar estos bichos a las autoridades.
Otros ingenios de caza clandestina eran los cepos los lazos y las capazas.
Los cepos.
Los cepos había que encargárselos a los herreros del pueblo y costaban un dinero. El último herrero que los fabricó fue Miguel Leza, allá casi en los años 70.
Para parar un cepo se aprovecha el cirrirero, es decir el lugar donde el conejo tiene la costumbre de defecar.
Primero se apartaba con cuidado la cirria, cagarrutas, del conejo, se hacía un hoyo donde se metía el cepo y luego con mucho cuidado se le cubría de tierra echando encima las cirrias, las cagarrutas. El conejo al ir a defecar a su lugar de costumbre caía en el cepo. Pero tanto cepos como hurones podían ser requisados por los guardas del ayuntamiento o por la Guardia Civil sin posibilidad de poderlos recuperar, resultando una pérdida económica para el furtivo.
Si el hambre acuciaba, la inventiva popular encontraba soluciones con los materiales que encontraba en el mismo terreno: Parar lazos y capazas.
La capaza.
La capaza consistía en una losa inclinada apoyada en cuatro palitos apoyados a otra piedra (ver foto) y en echar dentro el cebo que de normal eran unos granos de cereal
Cuando las aves entraban a picotear el cebo, los palitos cedían y la losa caía sobre el animalico que quedaba atrapado.
El lazo.
El lazo.
El lazo solía ser de alambre de acero pero lo más barato era utilizar crin de caballo y se ponía por donde la perdiz o el conejo tenía costumbre de pasar.
Cepos para la perdiz y para cazar pajaricos.
Estos cepos son unas trampas hechas de alambre para cazar pajarillos.
Allá por los años 50-60 había alumnos de la escuela que solían colocar cepos de este tipo en los femerales antes de ir a clase. Los días más propicios eran los de invierno.
Al salir de la escuela iban a comprobar si había picado algún pajarico.
Existían cepos parecidos para la perdiz, pero más grandes y de mayor potencia.
En casa estaba bien visto que los niños cazasen gorriones ya que fritos, asados o con arroz podían constituir un buen taco (condumio).
En invierno se solía dejar que los gorriones entrasen en cuadras, graneros y pajares y en cuanto había unos cuantos dentro se cerraban puertas y ventanas y se les daba caza.
Estas pequeñas aves también se vendían a los dueños de los bares que las empleaban para hacer meriendas de "pajaricos".
No olvidemos que los pajaricos también se cazaban con liga, un pegamento que los inmovilizaba en las ramas donde se posaban.
SE ABRE LA TEMPORADA DE CAZA. LA CAZA CON ESCOPETA.
Cuando se levantaba la veda y se podía cazar con escopeta, los ujuetarras salían en pequeñas cuadrillas y muchas veces en solitario, acompañados de algún perro, a la caza del conejo y de la perdiz.
Desde luego todos estos ujuetarras son aficionados a la caza. Nadie verá en ellos los atavíos con que salen hoy los actuales cazadores. Veréis en ellos los rostros tostados de la gente del campo.
Se salía a cazar por afición y sobre todo para sacar unas pesetas tras la venta de los conejos y perdices que se abatían. Y por supuesto para comer en casa o también para permitirse una merendola con los amigos.
Por los años 50 todavía había escopetas de un solo caño y había cazadores que preparaban sus propios cartuchos.
No se malgastaba ni un solo tiro. Se medía la distancia y antes de disparar se evaluaba si el tiro era seguro o no.
Por las tardes de los días de caza era normal ver que cada cazador traía dos o tres perdices y otros tantos conejos.
En el pueblo siempre había compradores que pagaban bien por esa caza que luego hacían llegar a Tafalla o Pamplona.
En el mismo Ujué, en el Mesón las Torres también compraban perdices para servirlas como plato distintivo del menú de la casa.
Los perros de caza.
Casi todos los labradores eran cazadores y todo cazador solía tener un perro. Nunca conocimos que una sola persona tuviera jaurías como ocurre hoy en día.
En la foto vemos a ocho cazadores de Ujué con seis perros para el conejo y la perdiz.
Desde que los cazadores ujuetarras se especializaron en el jabalí y en la becada, el número de perros aumentó de manera que, hoy por hoy, se dice que en Ujué hay más canes que vecinos.
Actualmente ya no se caza por necesidad.
Entramos en los años 90. En la siguiente foto vemos una cuadrilla de ujuetarras tras una batida: El atavío delata otros tiempos, otros modos de vestir y de vivir.
Los cazadores ya no son gente del campo. La mayoría trabaja en la industria. Si salen a cazar ya no es para buscar el sustento sino por diversión.
La foto es de 1996. El conejo casi había desaparecido por la mitomatoxis y por la hemorragia vírica.
Y las perdices, faisanes y aves que se muestran son de siembra, criadas en granja y liberadas en el campo antes de la batida.
Para acabar, os recomiendo leer el libro titulado "Los corrales de Ujué y la vida de antaño" en su apartado sobre la caza.
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