viernes, 25 de marzo de 2016

UNA MIRADA DEL ABERRI EGUNA DESDE LA DIÁSPORA

El domingo 27 de marzo se celebrará  en distintos lugares de  Euskal Herria y la diáspora,  el ABERRI EGUNA, es decir el “día de la patria”.

En años anteriores hemos hecho referencia a las distintas celebraciones que han habido desde el primer Aberri Eguna, celebrado en Bilbo, en el año 1932.

Desde sus inicios ha pasado por distintas vicisitudes, sobre todo a partir de 1936, año del golpe de Estado al que se ha dado en llamar “Guerra Civil”.  En los años siguientes, la situación no fue más sencilla debido a la represión franquista. Esto dio paso a conmemorarlo en Ipar Euskal Herria. También desde muy temprano, se lo hizo en la diáspora.

Hoy no es nuestra intención volver a enumerar ​cada una de ellas, sino detenernos a hacer otras consideraciones a través de preguntas que nos surgen.

¿No existía antes de 1932 la conciencia de ser parte de un pueblo con identidad propia? Si, claramente se la tenía. ¿Qué es entonces lo que se supone que  decidió a organizar un desfile de personas representativas de la sociedad vasca, en sus más diversas expresiones? 

Si vemos el contexto político español, abiertamente contrario a toda conciencia nacional que no fuera la que desde la centralidad del Estado se imponía, nos es fácil entender que la convocatoria puede ser interpretada como una respuesta a esa imposición. El hecho de que esa situación tuviera continuidad en el tiempo, es lo que explica que lo que se inició en 1932 aún siga teniendo sentido para el pueblo vasco, y año a año se organicen celebraciones de Aberri Eguna.

Sin embargo, el sentido del Aberri Eguna no es el de una fiesta puramente “folklórica” a la que en ocasiones se hace referencia. Su sentido es mucho más profundo: es la reivindicación de la identidad de un pueblo que ha pasado por situaciones extremadamente difíciles al momento de defender su razón de ser, de permanecer y de vivir, y que sigue pasándolas aún hoy en día. Bastará con recordar por ejemplo que hace varios siglos su Estado, el Reino de Nabarra, sufrió conquistas militares por parte del Reino de Castilla y que luego acabó de perder sus instituciones, cuando el rey de Francia unificando sus territorios, acabó con ellas. El precio de estas situaciones fue sin duda muy grande. A los pueblos conquistados se les conquista territorios, oportunidades y también procura conquistárseles la memoria, con la intención de que olviden su propia historia. No es casual que se intentara, y se lograra en parte, hacer olvidar los símbolos de Nabarra y la propia historia de su Estado, que sin dudas explica mucho de nuestra propia existencia.

Quizás la importancia del Aberri Eguna radica en que, como gesto, hizo visible a partir de 1932, lo que para algunos era probablemente invisible: su condición de nación.  No es por lo tanto el inicio de la vida, ni de la historia, ni de la existencia del pueblo vasco; pero si es un hecho trascendente porque empieza a visibilizárselo de manera expresa, lo pone a la luz.

A partir de ésto el pueblo vasco supo con claridad que la reivindicación de su identidad sería una labor que afrontar con la constancia y el tesón, que no cabe duda lo caracteriza. Todo lo que siguió a la celebración y las situaciones por las que aún debe pasar el pueblo vasco, cuando da cuenta de sus signos de identidad, no hacen más que confirmar que sigue siendo necesario visibilizar de modo especial sus deseos, sus expectativas, todo aquello en lo que muchas personas trabajan a lo largo del año. Sin embargo, no debemos caer en la tentación de centramos en sólo “festejar el Aberri Eguna”. El pueblo del que somos parte requiere de nuestra alegría, de nuestras danzas, de nuestras canciones y otras expresiones, pero también de nuestro compromiso y del conocimiento de nuestra historia común, aunque a veces nos desconcierte darnos cuenta cuánto nos falta conocer de ella. El desconcierto es una circunstancia pasajera, lo importante es que el poder conocerla nos permitirá ir más allá.

Lo que celebramos hoy es algo más que lo que se expresa en una fiesta de un día determinado, es aquello por lo que se trabaja, este día y tantos otros como tiene el año. Todo es necesario para hacer visible la historia y la realidad del día a día del pueblo cuya existencia reivindicamos. De todos nosotros se necesita para esta tarea, trabajosa sin duda, pero que nos hace libres y nos devolverá la independencia arrebatada.



Askatasunaren Bidea, 

San Miguel, provincia de Buenos Aires, Argentina

27 de marzo de 2016

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