UN PUEBLO Y DOS BANDERAS
Por Luis María Martínez Garate y Angel Rekalde
Por Luis María Martínez Garate y Angel Rekalde
La
bandera nacional representa el poder político por medio del cual la nación se
convierte en actor soberano en su territorio y para el resto de naciones. La
bandera preside los rituales que actúan como instrumentos de socialización y
también como instrumentos de poder para orientar la conducta. Funciona por
adhesión emocional, asociada a menudo al himno, al margen de cualquier
interpretación o análisis.
Albert Balcells
Si hay algún símbolo que conmueve la
sensibilidad de las personas es la bandera de la nación a la que pertenecen. La
emotividad que provoca su presencia es muy fuerte. Los lazos de solidaridad que
expresa y remueve son profundos. Como dice Albert Balcells, el símbolo que
enuncia con más claridad la presencia de una nación es su bandera. Por eso los
estados hacen valer la suya en los eventos en que participan: congresos,
espectáculos, o compiten, como, por ejemplo, en el deporte. Como decía El País, “Esta vez sí. Esta vez Rafa Nadal será el
abanderado español en la ceremonia de inauguración de los Juegos de Río el
próximo 5 de agosto. El campeón olímpico de Pekín 2008 ya había sido elegido
para los Juegos de Londres 2012, pero debió renunciar por lesión. ‘El deporte
español se lo debe’”.
Es chocante, en este sentido, observar
cómo cada cierto tiempo despunta y se recrudece la llamada guerra de las
banderas. En nuestro país, sin ir más lejos, además de otras controversias
tenemos un conflicto entre dos enseñas que son nuestras. Sufrimos la oposición
entre dos elementos simbólicos que nos constituyen y afirman, que nos representan.
En una misma población, unos se envuelven en la ikurriña, y otros se
reconocen en la navarra, y encima, en ocasiones, unos y otros se enfrentan y
enfadan.
A favor de la ikurriña se defiende, sobre todo,
su papel como elemento de resistencia frente al fascismo y signo de la
persecución del pueblo vasco por el régimen de Franco. También se insiste en su
diseño o invento por los hermanos Arana Goiri para representar al
conjunto del Zazpiak Bat, expresión más genuina, dicen, del hecho nacional
vasco. Los sufrimientos padecidos que representa la ikurriña no se discuten y su valor afectivo es enorme.
Sin embargo, la máxima institución
política que puede tener una nación es su Estado. El Estado expresa la
soberanía de un pueblo (el reconocimiento, la existencia oficial, los
instrumentos económicos, jurídicos, territoriales y de toda naturaleza para ser
y desarrollarse en libertad) y lo constituye en sujeto político a nivel
internacional. Las naciones con Estado normalmente tienen definido su símbolo nacional
y existe un consenso generalizado para aceptarlo como tal. Esto nos lleva a una
realidad incontestable, y es que en el caso vasco el único Estado que podemos
calificar como propio, no ajeno, ocupante o dominante, es el de Navarra. Y
Navarra tiene una bandera (como otros símbolos políticos: capitalidad, himno,
etc.), también significada por una emotividad y una adhesión muy extendidas.
Cuando se plantea la polémica, al
menos en términos argumentales, para no caer en el desgaste de los
enfrentamientos que nos disgregan, hay que saber valorar lo que cada símbolo
significa; porque eso será lo que vamos a utilizar con ese signo; y eso también
lo que podemos perder si lo desdeñamos, o regalar al adversario que se sentirá
encantado de arrebatarnos instrumentos de identidad y acción política.
De esta manera, la ikurriña se vincula a una
determinada época (muy reciente, un siglo es un período muy breve en la
historia de una colectividad), a la reivindicación vasquista, a la lengua y la
resistencia antifranquista. Dolor, lucha, persecuciones… Es un bagaje reactivo,
emotivo a corto plazo, pero con poca proyección societaria.
Por otra parte, la bandera navarra se
vincula a una memoria de largo recorrido, a un Estado que creó instituciones y
realidades de solera (independencia, fueros, hitos memorables, formas de vida,
cultura, castillos, patrimonio de toda índole…). A veces se nos olvida que
detrás de estas palabras emerge una cadena de raíces que nos confiere un suelo
común, vivencial, familiar, de intereses, de trabajo, de lengua (sí; también
la lingua navarrorum, aunque casi extirpada del uso cotidiano, pertenece a
la memoria de la bandera navarra).
En efecto, hay que entender que un
Estado como Navarra, al margen de que fuera reino, anarquía medieval o quimera
shakesperiana, representa la vida real, la cotidiana, la organizada. Por poner
un ejemplo, el sociolingüista Koldo Zuazo ha definido la hipótesis de una
lengua vasca unificada –un euskera koiné-, por la mera lógica de un
poder político en Pamplona, con la dinámica comercial, productiva, de
comunicación que conlleva. Es decir, un elemento tan identitario y
característico como la lengua se determina por la naturalidad que acompaña a la
existencia del Estado. En la normalidad del reino de Navarra, sin pretensiones
lingüísticas ni retóricas ajenas a aquella época, el euskera se normalizó; se
unificó; se convirtió en la base cultural, técnica, lingüística... de toda la
colectividad. Es lo que hace tener un Estado: que la convivencia y la sociedad
se realizan, en el doble sentido de constituirse y ser real.
Del bagaje reactivo que decíamos de
la ikurriña, pasamos a un
capital político de una cualidad infinitamente superior. De seña de protesta y
lucha a elemento simbólico de trabajo, territorio, construcción jurídica, de
grandes personajes, obras, vida…
En cuanto a su proyección ante el
mundo, ¿qué podemos decir en el plano del reconocimiento internacional? No es
lo mismo que nos saquemos una bandera de la chistera y digamos: “aquí estamos
porque nos da la gana”; porque nosotros desafiamos al Estado que nos violenta…
O que nosotros levantemos una bandera que representa una existencia
internacional, aunque sea rota, conquistada, y que expongamos que ahí está la
base de la violencia. De un problema de orden público, una cuestión de orden
interno (de los Estados actuales, que son el sujeto del presente), pasamos a la
definición de un conflicto internacional.
Fuente : http://nabarra.blogspot.com.ar/
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