jueves, 12 de febrero de 2015

HISTORIA / ARQUEOLOGÍA

Castillos que defendieron Araba

Por Fernando Sánchez Aranaz

Según acertadamente afirma el arqueólogo Iñaki Sagredo, autor de la monumental obra “Castillos que defendieron el Reino”, “Navarra fue humillada, rebajada a lo mínimo, y cuesta explicar qué debió suponer para los navarros ver los muros que construyeron sus antepasados por los suelos, una consecuencia más de la definida como pacífica anexión”. Los castillos de Navarra, así como muchas casas torre y recintos amurallados, fueron derruidos entre 1512 y 1522 por orden del Cardenal Cisneros, regente de Castilla. Así lo explicaba el coronel español Villalba cuando escribió al cardenal Cisneros, promotor de la destrucción de los castillos de Navarra: Navarra está tan baxa de fantasía después que vuestra señoría reverendísima mandó derrocar los muros, que no ay ombre que alçe la cabeza”.
Iñaki Sagredo, dentro de su exhaustivo estudio, ha elaborado un mapa de los castillos de Navarra. Obviamente no se limita al territorio de la actual Comunidad Foral de Navarra, sino que contempla la totalidad del territorio que históricamente ha sido navarro.
El arqueólogo Iñaki Sagredo ha desarrollado una prolífica obra sobre las defensas del Reino de Navarra (Irudia: Pamiela Argitaletxea)

Frontera histórica
Esta frontera histórica de los castillos navarros se extiende desde los de Cueto y Cudeyo, junto a la bahía de Santander, por los de Colindres, Ruesga y Soba, en el valle del río Asón, hasta los de Bricia y Arreba, en la actual provincia de Burgos, donde existen dos poblaciones llamadas Báscones y Villabáscones, a unos 45 kilómetros de la Peña Amaia -término que, como sabemos, significa “final” o “confín”-. Más al sur se encuentran los de Urbeltz, Ubierna, al norte de la ciudad de Burgos; y Arlanzón, en los Montes de Oka. Más allá, los de Pazuengos y Viguera, ya en Rioja, entre otros.
Muchos de estos castillos respondían a la idea que hoy tenemos de un edificio con ese nombre, pero la mayoría no pasaban de ser poco más que torres o atalayas fortificadas. Esto es debido a que, en la mayor parte de los casos, su función no era defensiva, aunque en caso de invasión pudieran de servir de distracción a las tropas atacantes, a quienes no les convenía dejar enemigos en su retaguardia. Para un país sin ambiciones expansivas, como era Navarra, que poseía un ejército pequeño, resultaba primordial la rapidez de la información. Estos castillos tejían una red sobre el territorio capaz de hacer llegar noticias sobre los acontecimientos que sucedieran en cualquier lugar del reino hasta su centro, la Iruña de Pamplona. Los medios habrían de ser diversos: espejos, luces, fuegos, palomas mensajeras u otros.
Detalle de las murallas de Salvatierra-Agurain (Iturria: euskonews.com)
De esa manera, si, por ejemplo, se observasen movimientos inusuales de tropas en la zona de Atapuerca, el aviso correría desde el castillo de Arlanzón al de Alba, de allí a Belorado, Ibrillos, Cerezo, Valluercanes, Cellorigo, Portilla; ya en Álava, Treviño, Zaldiaran, Vitoria, Henaio, en Alegría-Dulantzi, Agurain, Murutegi, sobre Araia; Irurita, sobre Urdiain, Etxarri, Orraregi, en la cima del monte que hoy se llama Gaztelu, sobre Irurtzun, y de allí, ya a la vista, a Pamplona. Todos estos castillos están conectados visualmente, de manera que en menos de tres horas un aviso podía recorrer está distancia.
Álava, como territorio constituyente del Reino de Navarra, formaba parte de esta red de castillos. Algunos de ellos aún presentan sus altivas ruinas en pie, como testigos de nuestra memoria histórica. Así tenemos, además de los citados anteriormente, los de San Vicente, Buradón, Toloño, Ferrera, Guardia, Asa y Labraza en la Sonsierra de Navarra, hoy llamada Rioja Alavesa; los de Subijana-Morillas, Lantarón, Añana y Astulez en los valles occidentales; el de Zaitegi en Zuia; y los de Toro, Bernedo, Arluzea, Atauri y Korres en la Montaña, por sólo citar los más importantes.

Excavaciones
Como se ha dicho, la mayor parte de estos castillos no eran más que torres, con su aljibe, para hacer acopio del agua de lluvia, y su muro defensivo, situados, eso sí, en lugares altamente estratégicos, como se puede comprobar en los casos de Aitzorrotz, sobre el valle de Leintz, o de Zaitegi en Zuia. De estos dos castillos, que el arqueólogo Iñaki Sagredo ha excavado, se desprende su importancia de que ambos fueran sede de sendas tenencias del Reino de Navarra hasta la conquista castellana de 1200. Ambos han quedado transformados con el tiempo en ermitas, la de Zaitegi, San Víctor, en ruinas, en lo alto de enhiestos peñascos, aunque conserven parte de sus muros y de sus escaleras de piedra, así como sus aljibes, señal infalible de la existencia de un antiguo castillo, que descubren las excavaciones, revelando las antiguas estructuras, así como múltiples objetos de la vida cotidiana de la época.
Imagen de Aitzorrotz (Iturria: http://www.rutasporgipuzkoa.com)
Recientemente, algunas asociaciones y vecinas y vecinos de la Montaña, Izki y Alto Ega, se han movilizado para sacar a la luz los restos del castillo de Korres, municipio de Maestu, situado como suele ser habitual en lo alto de un inaccesible peñasco. La iniciativa pretende, en una primera fase, limpiar y consolidar los restos existentes, para luego realizar un estudio arqueológico. Incomprensiblemente, esta iniciativa no ha tenido el eco esperado en los estamentos oficiales, pero sus promotores no arrojan la toalla, perseverando en sus propósitos para rehabilitar este importante recuerdo de la historia del país.
En la Llanada los lugares que formaron parte de esta red de castillos que defendieron el Reino de Navarra, son Vitoria-Gasteiz, de cuyo castillo se pueden observar restos en la actual iglesia de San Vicente; Zaldiaran, en la cumbre donde hoy se alza un repetidor; Henaio, en Alegria-Dulantzi, en el cerro donde se encuentra el Centro de Interpretación del Castro de Henaio, que aún es llamado el Monte del Castillo; en Gebara, éste sí, un monumental castillo destruido en 1839 por las tropas del gobierno español; en Araia, en la peña de Marutegi o Murutegi; y, por supuesto, conservamos la villa amurallada de Salvatierra-Agurain, cuyo recinto defensivo ha sido excelentemente consolidado en los últimos años.
Se trata, en todos los casos, de testigos de nuestra historia, tan a menudo tergiversada cuando no falsificada, que gracias al esfuerzo de diversos colectivos ciudadanos vuelven a tomar su lugar en nuestra memoria histórica, en nuestro patrimonio y en nuestra identidad como pueblo.
Fuente : http://martinttipia.com/2015/02/12/castillos-que-defendieron-araba/

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